Evgeny Morozov: El Engaño de la Red, cómo no liberar el mundo

Por Javier De Rivera

Net Delusion - Evgeny Morozov

Este es el título – traducido por mí – del libro de Evgeny Morozov sobre los desencantos de la Red de redes: Net Delusión, How not to liberate the world. Más que un libro sobre Internet, el Social Media y las nuevas tecnologías, es un libro sobre la política del siglo XXI que inevitablemente se desarrolla en este nuevo campo o espacio de acción: el ciberespacio (o si no gustan de neo-logismos anticuadas, la Red).

El libro de Morozov representa una crítica hacia los discursos naive que nos presentan Internet y las Redes sociales como armas, pacíficas e infalibles, para la liberación de los pueblos oprimidos por gobiernos autoritarios, que se manifiestan en ideas del tipo de “dadles Internet y ellos se liberarán” o “conquistarán su libertad a base de tweets“. Para ello, Morozov nos presenta múltiples ejemplos de usos de las nuevas tecnologías por parte de estos gobiernos autoritarios para afianzar su poder sobre el pueblo. Es lo que el autor denomina la trinidad del autoritarismo: censura, propaganda y vigilancia.

La censura parece el más débil de los tres elementos, a pesar de la existencia del Gran Firewall Chino que limita el acceso desde este país. Además, Internet permite nuevas formas de censura, como los ataques DDoS por medio de los que algunos gobiernos tirar webs contrarias sin tener que reconocer explícitamente la acción. En cualquier caso, según Morozov cuando uno de esos tres pilares se debilita otros se hacen más fuertes: la Red aporta también potentes herramientas de comunicación para difundir posturas ultranacionalistas, xenófobas, fundamentallistas y cualquier tipo de propaganda pro-gubernamental. El ejemplo en este caso es Irán, donde existe un gran número de blogs, la mayoría de los cuales parece ser que difunden contenido religioso, fundamentalista y de apoyo al régimen.

Otra forma (posmoderna) de propaganda es el efecto despolitizante de la intensificación del entretenimiento vía Web, algo sobre lo que Morozov ofrece datos interesantes sobre estudios en la Alemania soviética (los pueblos donde no se recibía la televisión norteamericana tenían actitudes más contrarias al régimen que los que se entretenían con Dallas o Falcon Crest), y sobre la actual Rusia, donde parece existir una política promocionada del entretenimiento basura por Internet (práctica acusa al gobierno de estimular la descarga gratuita de contenidos).

El caso de la vigilancia es el más radical y sobre el que existen menos datos disponibles, pero ya se sabe que las Redes sociales ayudan a controlar mejor a la población. Morozov nos compara lo difícil que era antes para los servicios secretos conseguir agendas y listas de nombres de activistas, cuando hoy en día es suficiente con entrar en Facebook y revisar las listas de amigos. También se refiere del uso en Irán de vídeos de manifestaciones en Youtube, que sirvieron para identificar a manifestantes. En este caso, el gobierno iraní utilizó además algo tan moderno como el crowdsourcing, publicando las fotos y pidiendo a la ciudadanía leal que le pusiera nombre a las caras: varias personas fueron detenidas por este medio. En cualquier caso, la potencialidad de la vigilancia va más allá de estos casos concretos, y podemos decir que está en proceso de desarrollo.

Respecto a los ‘engaños’ que Morozov pretende desvelar  podemos resumirlos en:

El ciber-utopianismo, que es la creencia naive de que las ventajas proporcionadas por las nuevas tecnologías van a ser utilizadas tan sólo en sus aspectos positivos, por parte de ciudadanos y activistas por la democracia, sin tener en cuenta la contrapartida, que en ocasiones es incluso peor que las ventajas que nos ofrecen.

El centrismo de Internet (Internet centrism), que es una forma de determinismo tecnológico desde la que se supone que el efecto de Internet va a ser siempre el mismo, independientemente del entorno social y político donde se desarrolle.

Así dichos parecen poca cosa, pero lo cierto es que el libro nos ofrece muchos datos y da bastante que pensar. En resumidas cuentas, el autor aboga por una mayor regulación de Internet en todos los sentidos, pero una regulación que tenga en cuenta los derechos y libertades de los pueblos, para evitar abusos por parte de gobiernos o corporaciones. No entra en exceso a valorar estas nuevas necesidades, ni a realizar propuestas, tan sólo se limita a mostrarnos esta otra parte del pastel.

Otra de las grandes carencias del libro es que se centra excesivamente en los gobiernos autoritarios, de los que hace una categoría de análisis, sin tener en cuenta una visión más amplia de la naturaleza del poder. De ese modo, deja fuera de la ecuación a los gobiernos occidentales, cuyos movimientos políticos en la Red aborda tan sólo de forma tangencial, y aunque no deja de ser crítico con ellos (señalando sus contradicciones) y con las empresas tecnológicas americanas, les sitúa en un lugar seguro dentro del debate.

Uno de los conceptos centrales de libro es la “promoción de la democraciaen países autoritarios, algo que Morozov considera una obligación moral de Occidente. Que la superioridad moral de Occidente es una cuestión delicada, que la democracia es una valor en disputa (entre los que reclaman más y los que reclaman menos), y que la geopolítica es la madre de la realpolitik es algo sobre lo que no se profundiza en el libro. Por el contrario, se parte de que “un mundo en el que China, Rusia o Irán siguieran las reglas democráticas sería un mundo más seguro”, y desde ahí desarrolla todo su discurso sobre Internet y ‘la política de la libertad’.

El enclave conceptual que marca la línea argumental del libro es el de la caída del Muro de Berlín, y el la progresiva desarticulación de la antigua Unión Soviética (y democratización vía revoluciones de colores) . Que Morozov sea un joven de Bielorrusia (hoy profesor en Standford) que trabajó como activista (financiado por EEUU) por el desarrollo de la democracia en su país tiene mucho con que ver con este planteamiento general del libro – a mi entender algo sesgado. Sobre este “marco de referencia” (frame), el lector encontrará interesante información en la Introducción, que tiene su lógica propia, y también en los Agradecimientos.

Salvado ese aspecto, el libro es muy interesante y muy recomendable. Nos aporta datos e interpretaciones sobre las que poder reflexionar con mayor perspectiva sobre lo que supone el desarrollo de Internet en el conjunto del planeta. Pocos autores tienen el conocimiento suficiente sobre lo que pasa en la Red en estos países autoritarios, y conocen al mismo tiempo el funcionamiento de Internet y de la políticas internacional. Además, a pesar de esa carencia que señalamos, el texto tiene un tono crítico que no desmerece los análisis que presenta.

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