Redes, movilizaciones sociales y violencia en el Luis Vives

Por Javier de Rivera

Estos últimos días han sido noticia las protestas de los alumnos del Instituto de Educación Secundaria Luis Vives en Valencia, y la represión policial que han sufrido. Aunque empezaron el día 15, ha sido esta semana cuando Twitter ha hervido con ese tema, reanimando la llama de las movilizaciones sociales en España.

Este lunes las redes sociales bullían de imágenes y vídeos sobre cargas y detenciones policiales: el chico con la nariz rota, la chica que pedía que la acompañara su madre, el sexagenario que forcejea con un policía, los periodistas agredidos, los clásicos porrazos en las piernas y la estrella de todas: las dos chicas que son empujadas contra un coche (por un antidisturbios).

Mientras, en la televisión tan sólo se han visto algunas imágenes, se ha restado importancia al asunto y se ha hablado de policías heridos. Los mismos medios tradicionales en Internet eran un poco más atrevidos, mostrando relatos e imágenes que daban cuenta de la violencia ejercida por los cuerpos de seguridad, especialmente si la víctima era un periodista.

Por su parte, las declaraciones de los políticos y funcionarios responsables de la actuación policial defendían la proporcionalidad de sus acciones, al tiempo que acusaban a los jóvenes de provocarles,  agredirles (lanzar botellas) y entorpecerles en su trabajo. La calificación de los jóvenes como “enemigos” por parte del responsable policial ha sido lo más notoria.

Los que no hemos estado allí, tenemos que juzgar a través de lo que leemos y vemos por Internet, para evitar el filtro editorial de los medios tradicionales. Twitter, los blogs y los medios digitales nos ofrecen narraciones casi en directo de los acontecimientos, y en Youtube se cuelgan y distribuyen los vídeos con la misma velocidad. Esto es toda una revolución en cuanto a la comunicación y a la naturaleza de los medios sociales, que no se circunscribe a lo local, sino que se extiende también por la Red.

Esta forma de distribución viral también tiene sus fallos y manipulaciones (involuntarias a veces), como la del sexagenario que se dijo que era un ciego mil veces, hasta que se descubrió que su bastón de ciego era en realidad la porra que le había quitado al policía. La diferencia, quizás, es que cuando una mentira se repite mil veces en las redes sociales, al final alguien descubre/demuestra que es falsa, mientras que en los mass media sucede precisamente lo contrario: si el editor miente (o se equivoca), nadie le puede contestar.

En este caso, la mayoría de los vídeos muestran actitudes violentas y represivas por parte de los antidisturbios, aunque también hay algunos en los que se ven más moderados y otros que se centran en los insultos de la gente a la policía. En cualquier caso las acciones violentas de los manifestantes no se han visto por ningún sitio, más allá de los insultos y del torpe forcejeo de un señor de más de 60 años. Por su parte, los relatos policiales hablan de botellas lanzadas y 11 policías heridos, algo que aún sin pruebas gráficas no se puede decir que no sucediera[1].

De cualquier forma, lo interesante desde un punto de vista sociológico es ver cómo se interrelaciona el uso de las tecnologías digitales con la movilización social. Parece que el simple hecho de que la gente sepa que puede grabar y difundir por la Red lo que está pasando es un soporte, un apoyo y un incentivo para participar en la calle. Ya no se trata sólo de “demostrar en la calle” el descontento sino de mostrarlo en la Red, extenderlo y buscar también la solidaridad de los miles (millones) de mentes que cada día circulan por el mundo digital.

¿Y qué pasa con la violencia? ¿Cómo afecta la digitalización de las movilizaciones a la violencia?

En primer lugar, la violencia deja de ser necesaria de parte de los manifestantes. La destrucción de la propiedad, un clásico de las movilizaciones sindicales y sociales, ya no es necesaria para “dejar huella” de su protesta: las fotos de miles de personas llenando calles y plazas es aún más potente y más evocadora. La pintada la verán sólo los transeúntes de la calle principal, las fotos podrán salir en la primera página de todos los periódicos.

Es decir, los medios digitales con su libertad informativa y su conexión en vivo (sin filtros) añaden una dimensión sublime a los movimientos sociales al conectarlos al mundo virtual, el mundo de las ideas convertidas en dígitos.

En segundo lugar, la violencia por parte de la policía queda retratada de forma mucho más fehaciente y clara, lo cual tiene un gran impacto social, especialmente si no han mediado provocaciones o acciones violentas por parte de los agredidos, lo que tristemente sucede bastante a menudo. [Para muestra un botón: el vídeo que conmocionó EEUU]

Así, la represión desproporcionada da argumentos en contra de los recursos de un “poder” que no acepta el diálogo, ni respeta la expresión del descontento. Ya no se trata de si los recortes en educación dejan a los estudiantes sin calefacción, sino de por qué se golpea a gente indefensa sin provocación previa. Y eso genera más indignación y anima a la gente a solidarizarse y protestar más y en mayor número. De este modo, una protesta de 200 o 300 estudiantes pasa progresivamente a sacar a miles de personas a la calle en las principales ciudades del país.

Por otro lado, la discusión abierta en Twitter permite interactuar directamente a las personas con posiciones diferentes, incluyendo a políticos y responsables institucionales. Esta red social se convierte en un escenario virtual de comunicación en el que se comparten y se contrastan todo tipo de informaciones, discursos e interpretaciones. Un escenario en el que actores anónimos y no anónimos[2], ciudadanos normales y figuras públicas mantienen conversaciones, discusiones e intercambios de argumentos e insultos.

Por eso, en tercer lugar, las Redes sociales fomentan el intercambio de ideas en un espacio virtual donde la violencia física, que anula toda capacidad de razonamiento y reflexión, no resulta posible.  Y donde la violencia verbal resulta poco dañina, y es fácilmente ridiculizable y “bloqueable”.

Las discusiones – batallas por la verdad – en Twitter pueden resultar muy frustrantes, y el tono de los insultos puede ser bastante desmedido, pero a la larga creo que se potencia la capacidad de abrirse a discursos diferentes, de valorar otras opciones y, sobre todo, de acceder a documentos, datos y vídeos que pueden servir de base para tener algo más parecido a una opinión informada.

En este sentido, si las Redes sociales y los teléfonos con cámara son los responsables de que miles de personas puedan ver las agresiones policiales, también tienen su parte de responsabilidad en que algunas personas se ablanden sus posturas, y acepten ciertas críticas (especialmente si van acompañadas de una prueba gráfica).

@Sir_lancelot_71 @kurioso @JuanGomezJurado totalmente de acuerdo. Una bofetada ilegal, injusta e innecesaria, como la de la JMJ de Madrid.

— José Manuel(@sanchezfornet) February 22, 2012

En este caso, se trata del Director del Sindicato Unificado de Policía cuya función es defender los intereses de la policía, así como las actuaciones policiales (en general), reconociendo una crítica contra una agresión (bofetada) gratuita.

Por último, esta virtualidad de la comunicación, también puede llevar a promover o desarrollar posturas que no se sentirían igual si se estuviese en el lugar de los hechos, por ejemplo, con respecto a la violencia. Lo cual vale tanto para los adalides de la no-violencia que evangelizan desde su escritorio (este es mi caso), como a los guerreros irascibles[3] que a fantasean con una respuesta violenta por parte de la gente, también desde su ordenador.

Pero de cualquier modo, y también a largo plazo, lo que se promueve desde la interacción en redes digitales es un giro hacia lo mental y lo intelectual, en menoscabo de las acciones impulsivas y violentas. En cierto sentido, los insultos y despropósitos virtuales son como golpes al aire, que por cansancio agotan a quién los da.

Aunque no son todo ventajas, existe la posibilidad de que las redes digitales se utilicen para difundir propaganda, falsedades, odios, etc. O que la censura evolucione y filtre los contenidos que no interesen a las corporaciones como Google. En el segundo caso, poco podemos hacer individualmente, pero en el primero, fortalecer nuestra capacidad de razonamiento, de análisis de información, de contrastación de fuentes, de apertura de miras y de diálogo es básica para ayudar a que esos medios digitales sirvan para mejorar nuestra sociedad.

 

Epilogo: Según buscaba la documentación para añadir los links he caído en la cuenta de las versiones contrarias a las movilizaciones desde medios “de derechas” (como ABC o Estrella Digital), así como por parte de ciudadanos en redes sociales, blogs, etc. Los discursos enfrentados sobre lo que sucede y por qué, y las manipulaciones (desde todos los ángulos) de información a las que estamos sujetos, me hacen recordar que la esencia de Las batallas por la verdad, y cómo el reto es salirse del cubículo cerrado de nuestras “convicciones”, anulando el confirmation bias, construyendo espacios de encuentro en los que se “busque la verdad”; es decir, ciñéndonos en la medida posible a lo que podemos comprobar o a las versiones más lógicas…

Vamos, algo así como pedir a cada ciudadano que se convierta en un filósofo, epistemólogo e investigador…

Estos contrastes nos retan con una complejidad mucho mayor, ¿verdad?

 


[1]    Esto es una norma epistemológica básica que se debería tener siempre en cuenta en investigación: que no existan pruebas de algo, no quiere decir que sea falso, sólo que no está demostrado.

[2]    Esto me recuerda a algunas playas “libres” en las que nudistas y no nudistas comparten con toda normalidad una playa paradisiaca.

[3]    Esto es un guiño a La República de Platón, y su idea de que la virtud de la casta guerrera era la madurez moral o emocional y la ‘irascibilidad’, como capacidad o disposición de responder (físicamente) ante las injusticias. Para este filósofo idealista, las fuerzas del orden tendrían que tener este tipo de virtudes (¡y los políticos tendrían que ser sabios!!)

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