Vivir en Minidosis – El triunfo de lo micro

Por Javier De Rivera

Hace unas semanas Ángeles Castillo me envió unas serie de preguntas para el artículo “Vivir en Minidosis” salido este sábado en la Revista Smoda (de El País).

Buscando el artículo en Internet,  encontré el texto de Dolors Reig en respuesta a las preguntas de Ángeles, con el título “El triunfo de lo micro, que era el título provisional que acompañaba a las preguntas.

También yo suelo publicar los borradores de las entrevistas que me hacen por escrito, porque me da pena que muchas de las respuestas se pierdan… como bits en la lluvia. Después de todo, para eso están los blogs y la capacidad casi-infinita de publicación en la Red. Además, las preguntas de Ángeles me resultaron bastante inspiradoras. Quizás porque, paradógicamente, a pesar de que triunfe lo micro o vivamos en minidosis, la producción y consumo masivos de información me parece la característica más relevante de los tiempos actuales.

Entrevista: 

1. Ante el auge de la micropoesía, el microteatro, el microrrelato y hasta el microcine, ante el auge de lo micro, lo mini y lo breve, ¿por qué en su opinión hay esta tendencia a lo breve?

Básicamente por la falta de tiempo y el exceso de información y de estímulos que generan una necesidad de economizar la atención que podemos prestar a cada cosa.
Por otro lado, si hablamos de ofertas culturales (teatro, cine, narrativa, etc) es normal que se ajusten a las necesidades o tendencias de la gente, el microteatro por ejemplo es una forma de captar a la gente que normalmente no iría al teatro, de hacerlo más accesible.
La poesía, diría que siempre ha sido micro, porque requiere atención concentrada. En la prosa también han existido siempre versiones micro, como los cuentos o los comics.
Sin embargo, a pesar de esta tendencia a los micro como dices hay también una conexión de piezas pequeñas, como la adicción a las series de televisión (que se ven por Internet): pequeños fragmentos de cine que se encadenan hasta ocupar horas y horas.

2. ¿Sería influencia de la tecnología? Hay quien dice que primero hizo su efecto el zapping y ahora el twitter y demás, ¿nos hemos acostumbrado al pensamiento hiperconcentrado y a las pocas palabras?

Si, por supuesto. Tecnología y cultura siempre van unidas, hasta diría que son parte de un mismo fenómeno. Y en este caso, el desarrollo de la tecnología es lo que os inunda con ofertas informativas que nos obligan a seleccionar y probar un poco de todo.
El zapping por ejemplo comenzó cuando empezamos a disponer de muchos canales de televisión, de cuántos más canales dispones más rápido tienes que cambiar para ver lo que ponen y si hay algo mejor en otro canal.
Respecto a Twitter ha triunfado porque ha dado con una fórmula que permite proveer al usuario de un montón de información dispar (de fuentes seleccionadas por él) de una forma rápida y sintética. Más allá del buscador, las redes sociales como Twitter (qué técnicamente no es un servicio de redes sociales, sino de microblogging aunque en la práctica funcione también como tal) aportan al usuario montónes de información que le interesan sin que él tenga que buscarlas expresamente: le ofertan información sin límites.
Tampoco es una cuestión de pocas palabras o de pensamiento hiperconcentrado, porque en realidad usamos muchas palabras, y probablemente se lee más ahora que en cualquier otra época. Sucede como con las series de televisión, gastamos horas y horas en consumir información, sólo que lo hacemos en piezas cortas y de naturaleza diversa. Es un consumo flexible y fragmentado.

3. ¿Tenemos prisa? ¿Qué le pasa a nuestra sociedad? ¿Ya no hay tiempo para asistir a una obra de teatro entera o leer una novela con todas sus páginas?

Pues no, no hay tiempo para mantener la atención dedicada sólo a una cosa. O más que un problema de tiempo, también es un problema de concentración, el hecho de centrarse sólo en una cosa… piensa por un momento que si vas al teatro a ver una obra grandiosa, luego hay poco que hacer, la obra ocupa toda la velada de una forma mental, ese ha sido el evento. Pero si vas a una miniobra de 15 o 30 minutos, es una forma de dinamizar y animar la noche, luego te vas con los amigos, la obra habrá sido ligera y tienes ‘espacio mental’ para dedicar a otras cosas.
Por otra parte, cuando se trata de trabajo es muy común tener que dedicar toda la atención a un mismo proyecto, como por ejemplo los programadores, escritores, investigadores, etc.

4. ¿Podríamos estar hablando también de los efectos de la crisis? ¿Menos y más barato como fórmula para afrontar la mala coyuntura económica?

No, no creo que tenga nada que ver. No es una cuestión de economía monetaria, sino de economía de atención y tiempo.

5. ¿O se trataría, todo o en parte, de déficit de atención? Demasiadas cosas en la cabeza, sociedad hiperinformada, hiperconectada y en consecuencia, con menos capacidad de prestar atención y sobre todo por espacios largos de tiempo…

Exactamente. Es un consumo de información flexible y fragmentado.

6. ¿Tendencia a la comodidad? Lo mini, en principio, lo hace todo más fácil, más digerible…

Más que una cuestión de comodidad, es una cuestión de estímulo. Este exceso de información nos vuelve en parte adictos a la información. Cada actualización, cada nueva pieza de información, cada nuevo evento, cada capítulo de la series, cada email, se convierte en un incentivo.
Nicholas Carr, un neuropsicólogo que ha estudiado el consumo de información en redes sociales dice que cada nuevo mensaje o actualización desencadena una microdescarga de dopaminas, de forma que nos hacemos un poco adictos a esa necesidad de sensaciones-informaciones nuevas.

7. ¿Estamos ante el “fast food” de la cultura?

No necesariamente. El símil alimentario es muy jugoso y atractivo, pero creo que no es correcto y que nos puede llegar a confundir. La información o el conocimiento no son como la comida.
Comer es una necesidad fisiológica, mientras que la búsqueda de información o conocimiento es más una inquietud psicológica que en última instancia tiene que ver con la necesidad de buscar o dar sentido a la vida. El apetito se puede saciar, pero esa otra inquietud puede ser insaciable.
Quiero decir que este exceso de información no implica que la calidad de la información sea peor, o que se entienda peor, como sucede con el fast food, sino que amplía las posibilidades de que más gente entienda más cosas y alcance mayores cotas de conocimiento. O al menos eso es lo que creo yo.

 

Nota a lectores: Si habéis llegado hasta aquí y queréis algo más os recomiendo estos dos links sobre sobredosis de información y sobre el culto a la información.

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