Antes de que acabe el año quiero publicar por aquí mi tesis doctoral, presentada en septiembre de 2019. Esta es la tesis que dió lugar a este blog hace 10 años. El objetivo era desarrollar conocimiento sociológico sobre las redes sociales, un fenómeno tecnológico y social que estaba cambiando radicalmente el modo en que nos relacionamos y vivimos en sociedad.
En agosto de 2010 publiqué la primera investigación sobre el tema: La socialización tecnológica. Expresión de la identidad personal y nuevas formas de relación en las redes sociales de internet.
El argumento principal de esta investigación era que las nuevas plataformas digitales son espacios en los que se produce un nuevo tipo de socialización, que podemos llamar tecnológica o digital, y que tiene unas características determinadas. Una de ellas es que rompe o difumina con los límites sociales de la edad: mientras en las sociedades tradicionales cada grupo de edad se asocia con roles y estatus muy específicos, en las sociedad digital la edad pierde mucha importancia como criterio de diferenciación social. En otras palabras, los mayores se comportan, o aprenden a comportarse, de formas muy similares a los adolescentes y viceversa, en lo que denominaba “socialización inversa”.
Otra de las características clave de la socialización tecnológica o digital es la importancia del diseño y arquitectura del sistema, pues es ahí donde están inscritos los valores culturales, hábitos y tendencias que dotan de contenido al proceso de socialización. Esta idea del impacto del diseño la tome del trabajo de Robert Gehl (2014), publicado en Reverse Engineering Social Media, y desarrollé posteriormente con Ángel Gordo a través de una metodología que denóminamos “netnografía estructural”, que aplicamos en el estudio que hicimos para la OCU [descargar pdf] sobre las plataformas de consumo colaborativo.
Finalmente, fue aquél trabajo el que me sirvió para orientar mi investigación doctoral hacia este tipo de plataformas de consumo (como Airbnb o Blablacar), en vez de hacia las redes sociales que tienen una orientación más comunicativa. En realidad, ambas son Instituciones digitales, lo cual era en realidad el objeto último de mi investigación, porque si hay un nuevo tipo de socialización tiene que haber también un nuevo tipo de institución que es la que se encargue de producirla.
En este caso, al ser más novedosas y más variadas, las plataformas de consumo me permitían estudiar mejor la naturaleza abstracta de las instituciones digitales. En otros términos, las redes sociales están muy monopolizadas por tres grandes plataformas—Twitter, Facebook e Instagram—mientras que entre las plataformas de consumo entre particulares, al ser sectores de nicho, podemos encontrar una mayor variedad de formas y modelos. En concreto, en la investigación de la OCU tomamos una muestra de 50 plataformas en las que los particulares podían intercambiar algún tipo de bien o servicio: transporte compartido, alquiler de casas, coches u otras cosas, trabajo bajo demanda, compra de segundamano, etc. En definitiva, las plataformas en las que cualquiera puede participar para establecer intercambios con valor económico, aunque no siempre sean relaciones comerciales.
En definitiva, el objetivo siempre fue desarrollar una metodología y una teoría general que pudiera explicar la centralidad de las instituciones digitales en la sociedad actual, pues cada vez más son ellas las que estructuran y articulan los procesos sociales.
El cambio de objeto concreto de estudio ha sido solo un detour necesario, porque con la investigación de estas plataformas descubrimos la granularidad con las que los sistemas digitales permiten construir nuevas realidades sociales. Con ello, nos abrimos a la visión de dos caminos de futuro: el hegemónico que nos lleva a un mundo hipercapitalista regulado por sistemas implacables de control social, y el de propuestas alternativas que, tímidamente, abre vías a la reorganización de los bienes comunes.
La conclusión de esta investigación está en la necesidad de desarrollar sistemas y mecanismos para fortalecer esta última tendencia, sin caer en los cantos de sirena de las soluciones milagrosas de los procesos automágicos. Para ello, necesitamos una teoría y una metodología que nos ayude a diferenciar entre ambos efectos y tendencias, porque es muy fácil esconder armas de dominación detrás de la innovación tecnológica. Ese es, en definitiva, el objetivo de esta tesis.
Entrevista sobre Tinder y las aplicaciones de citas online
A continuación reproduzco la entrevista que me hizo Macarena Navarro Galdón para la realización de su TFG en la Universidad Carlos III sobre las aplicaciones de citas online, especialmente Tinder, que es la más difundida. Es una entrevista muy buena porque sus preguntas demuestran que ha estudiado el tema previamente y profundizado en las cuestiones que tiene interés en preguntar. Yo aporto lo mejor que sé a sus cuestiones. Espero que le sirvieran para su TFG y que lo pueda publicar aquí mismo cuando lo entregue.
Pregunta 1. Las aplicaciones de citas online (y especialmente Tinder) se presentan como un medio para facilitar las relaciones entre personas, apoyando este discurso en funcionalidades como la geolocalización. Sin embargo, a veces vemos como estas mismas funcionalidades se convierten en herramientas de marketing y de personalización publicitaria gracias a los datos personales que los propios usuarios dejan en la aplicación. Teniendo esto en cuenta, ¿Realmente hablamos de una herramienta de comunicación o de una herramienta de marketing que funciona en un doble sentido (es decir, tanto “vendiendo personas” por el funcionamiento de la app como “vendiendo a personas” al tomar los datos de los usuarios y personalizar los anuncios que les impactan)?
Si. La aplicación hace de las personas “un recurso” en ese doble sentido: por un lado, un recurso consumible por otros/as usuarios/as en términos de acceso a los cuerpos; y por otro lado, como recurso de información, de producción de datos, para rentabilizarlo de otros modos. El mercado de datos puede tener aplicaciones muy variadas. Las más sencilla y directa de entender es la de personalizar anuncios, pero además permiten otro tipo de estudios que pueden modelizar el comportamiento humano para muchas otras aplicaciones… La cuestión es que lso estudios que se hacen al respecto no son públicos, por lo que no sabemos hasta qué punto Tinder se puede estar usando, por ejemplo, para nutrir algoritmos que analicen el atractivo humano.
Por eso, lo más sencillo es que se use para hacer profiling de los usuarios, lo cual es posible porque conectan la aplicación con otras redes en las que hay más información, o porque dan otros datos, como el número de teléfono. Estos perfiles psicológicos pueden permitir, como bien dices, adaptar la publicidad a ellos: por gustos, horarios, geolocalización, etc.
Además, en concreto las redes para citas online tienen la particularidad de permitir saber mucho de las personas, que expresan de un modo más abierto sus preferencias. Tinder no tanto, pero redes como Ok Cupid hacen encuestas a los usuarios para encontrarles un match, y de paso extraen mucha información valiosa de sus gustos, valores, hábitos, etc.
Pregunta 2. En relación con esto, las aplicaciones de citas se presentan como una oportunidad para las personas que no tienen tiempo de “ligar en la vida real” (entendiendo “vida real” como un contexto presencial). ¿Crees que el tiempo que los usuarios dedican a establecer relaciones de manera online también los aísla de la posibilidad de establecer una “en la vida real”? O lo que es lo mismo, en el momento en el que conocer gente de manera online en nuestro escaso tiempo libre se convierte en lo habitual, ¿Se convierten las relaciones sociales románticas de manera presencial en “la alternativa”?
Las aplicaciones de citas online tienen dos efectos sobre la vida relacional. El primero es el crear el hábito de buscar relaciones de forma directa en una aplicación, en vez de por las vías indirectas de tener una vida social en la que se conocen personas con las que eventualmente se establecen relaciones románticas, amorosas o sexuales. Esto modifica el modo de entender las relaciones amorosas o sexuales, convirtiéndolas en un objetivo directo: “busco un hombre/mujer que sea x, y, s…”, y enfatizando el carácter contraactual de este tipo de relaciones: “soy así y doy esto, a cambio quiero esto y aquello”. Es decir, individualizando y fragmentando aún más la vida relacional. Pero como dices, esto es también un signo de los tiempos, en los que hay menos tiempo y más necesidad de conectar, por lo que en cierto sentido ofrecen un servicio que es útil, aunque a la larga puede incrementar la fragilidad de las relaciones sociales en general, y de las amorosas y/o sexuales en particular.
Por otro lado, el segundo impacto de estas redes sobre la vida relacional viene del modo en que están diseñadas, el tipo de comportamientos, valores y hábitos que potencian. En general su carácter comercial, orientado a la explotación de la necesidad emocional-sexual de las personas, incrementa los efectos negativos que tienen sobre la vida relacional. Por ejemplo, en Tinder el atractivo de la aplicación es la capacidad de acceder a muchas personas y valorarlas sencillamente con un Si o un No, cosificándolas, y reduciendo todo su valor a un “me gusta” o “no me gusta”.
Pregunta 3. Además, al aceptar que no tenemos tiempo para conocer a gente en nuestro día a día por falta de tiempo, ¿Justificamos los mecanismos sociales y económicos que justamente nos llevan a ello?
Al menos indirectamente sí. La cuestión aquí viene de la contradicción entre las estrategias para satisfacer la necesidad individual y las estrategias colectivas para actuar sobre procesos sociales y económicos. El uso de estas aplicaciones viene motivado por la soledad o la necesidad de conectar afectiva y/o sexualmente con otras personas. Son un medio que puede ayudar a paliar y satisfacer esa necesidad individual, aunque frecuentemente lo hace de forma deficiente o incluso lo agrava generando sensaciones de malestar y frustración. Sin embargo, colectivamente o socialmente, escoger este medio para satisfacer esta necesidad tiene el efecto de reforzar el funcionamiento de los mecanismos sociales y económicos sobre las que se asienta.
Pregunta 4. La imagen y especialmente la imagen propia, la forma en la que un usuario se presenta tanto en su perfil como en sus redes sociales se vuelve más fundamental que nunca en la búsqueda de una relación online. ¿Estamos convirtiendo nuestra intimidad en un espectáculo? ¿Pasa a ser el deseo propio y el placer por ser aceptado más importante que el deseo al “otro”?
Pues si, la representación de la persona se vuelve algo más estereotipado y premeditado, menos intuitivo. Hay estudios, por ejemplo, del tipo de fotos que se hace la gente en estas aplicaciones: las fotos de viajes para demostrar que se tiene poder adquisitivo o un estilo de vida aventurero, las fotos sexis, las fotos haciendo algo que se considera socialmente valioso… La representación de nosotros/as mismas/os se convierte en un producto cultural que tenemos que aprender a crear. Saber tomarse fotos se convierte en una habilidad social más.
En las redes de citas no creo que sea tanto que la intimidad se convierta en un espectáculo, como sí lo es en Instagram y otras redes sociales, donde la popularidad espectacular es más explícita. En este caso, más bien, es la red la que entra en la intimidad convirtiéndose en mediadora del modo en que construimos nuestros imaginarios de deseo.
Supongo que eso que dices del “deseo del otro” o “al otro” tiene que ver con esa pérdida de la consideración de las personas a las que deseamos como sujetos completos y complejos, y que más bien se centre en ellas como “objetos de deseo o admiración”, imágenes idealizadas de las cosas que nos excitan.
Pregunta 5. En este sentido, ¿Crees que podemos hablar de una “nueva forma de seducción”?
Ni siquiera lo llamaría seducción. Diría que es un nuevo proceso de conformación del deseo en base a la construcción de mercados relacionales en los que competimos por la atención de las demás personas en base a unas reglas nuevas, las de la apariencia, el saber describirse y el saber tomarse fotos; es decir, el saber presentarse como sujeto (u objeto) deseable en la red, en vez de como sujeto deseante.
Pregunta 6. En una encuesta que he realizado en redes sociales para mi TFG, 455 personas que se consideraban como parte del colectivo LGBT declararon sentirse más seguras ante agresiones cuando conocen a gente en internet. ¿Crees que, efectivamente, estas aplicaciones pueden facilitar las relaciones entre minorías sexuales que se puedan sentir más desprotegidas en su día a día?
Si, definitivamente la red y los entornos de interacción virtual suelen ser mucho más seguros para las personas con orientaciones sexuales no heteronormativas. Creo que el principal motivo es que los espacios de interacción presencial están construidos de acuerdo a modelos culturales que excluyen a estas personas, cuando no son abiertamente opresivos hacia ellas y sus opciones. Por eso, al crear un entorno nuevo con otras reglas, todas estas opresiones que de algún modo estaban embebidas en la sociedad se debilitan, junto con sus mecanismos para hacerse cumplir… La imposibilidad de reprimir físicamente a una persona en la red o de perseguirla y estigmatizarla es menos en espacios digitales.
Por otro lado, si la sociedad fuera más abierta e inclusiva no creo que existiera tal diferencia. No hay nada explícitamente presente en los entornos digitales que los haga más abiertos e inclusivos. Es simplemente que permiten escapar de las opresiones tradicionales. Por contra, también permiten crear otras nuevas, y en determinadas condiciones estos entornos también pueden funcionar como medios de bullying y acoso a personas diferentes.
Pregunta 7. ¿Consideras que los mecanismos que facilitan las aplicaciones de citas eliminan o suavizan los roles de género o simplemente los reproducen en un medio distinto?
En un estudio que hicimos en 2018 (Factores de socialización digital juvenil, publicado por la FAD), la mayoría de los/as expertos/as consultados coincidían en que la mayoría de las redes reproducían y reforzaban los estereotipos de género, especialmente el de la representación de la mujer como objeto de deseo.
En las páginas de citas, creo que esto se refuerza aún más, especialmente porque es del interés de los administradores que las mujeres sean objetos de deseo para estimular la participación de los hombres; asimismo, también les interesa que los hombres pasen también a representarse como objetos de deseo (algo poco usual en la cultura patriarcal clásica) para estimular su “consumo” por parte de las mujeres. E incluso les interesa normalizar las relaciones no heteronormativas para explotarlas también en su capacidad de estimular el uso de su aplicación. El deseo es, en este sentido, el material que explotan estas aplicaciones, por eso modifican los patrones por los cuáles se expresa, para hacerlos más abiertos… lo cual tiene un aspecto positivos.
Por por otro lado, la apertura a la expresión del deseo viene también acompañada de un proceso de orientación de hacia el modo en que se expresa. En resumen, se rompen algunos estereotipos y roles de género clásicos, pero se crean otros, por lo que no hay una verdadera liberación de los estereotipos de género, sino todo lo contrario.
En el estudio citado también descubrimos que las redes que estimulan más el texto y el hipervínculo sobre la imagen (como Twitter) son las únicas que sí pueden tener un impacto positivo sobre la ruptura de los estereotipos, al ofrecer a las personas un modo más fluido, más rico y más performativo de expresar quienes son, lo que les interesa y lo que quieren.